lunes, 7 de noviembre de 2011

Pretensiones




Mirada halagüeña, ojos verdes rasgados en tintes de alborozo. Ahí va la moza con sus cantos camino de la fuente con su caminar bailón y dichoso.

Ahí va la moza, a sabiendas de ser mirada y suspirada.

¡Qué más quiera él! que saborear la alegría de sus labios y matar su desdicha sólo con el roce de su afán jocoso.

Ahí va la moza. El enamorado, y ella ajena.

Él, cada día ve pasar el deseo sin caso hecho a su persona. Señor, se esmera en parecerle, y ella, con su pelo hace el desplante de no verle.

Ahí va la moza. Y ¿quién es él?, sino yo, quien la venera.

Y atrevido me encuentro al intentar hablarle pues no es para el hombre alcanzar el cielo. Cielo rubio alborozado por el aire en su desplante.

Ahí va la moza, a sabiendas de ser querida y deseada.

Hoy en el camino cogí una flor frente a ella, y ella me miró, extendí mi mano y le ofrecí la flor, y ella la cogió, y la desojo preguntándole por su amor.

Ahí va la moza, desojando la flor preguntando por otros amores.

Tiembla mi pecho y gana mi desaliento, pierde la esperanza y enluta el deseo de ser cabido en el mismo pétalo que arrancan sus destrezas.

Ahí va la moza. Yo enamorado y ella risueña, y encantada de otras pasiones.

¿Quién es él?, sino yo, quien la quiere y la venera, quien idolatra su caminar y recoge su pasión. Vida amante de quien no quiere al mismo pétalo ni quiere el mismo amor.

Ahí va la moza, que se llevó, el alma de quien pretendía ser señor…


jueves, 3 de marzo de 2011

La taberna.


Sediento llego tabernero, tras cabalgar por las dunas bajo un sol despiadado. Deme usted la alegría de merecer llevar a mi boca con premura y agonía, algo dulce, o algo amargo, que a mi sed ponga a buen recaudo, pues pedir, he de pedir con recato para merecer ser servido sin recelo y con esmero. Es más; contarle he, mi venida, a este oasis de alegría, al cual entro con espada envainada y con rabia desleída de aquella batalla. Ponga ya mesonero una pinta primero y una segunda al vuelo, que mi ardor me encomienda a san Julían del Codo y a Don Mamón del Todo, que amar, amaron a Doña Barrileta del Tinto y Doña Beba del Jarro, queridas y deseadas mientras fueron plenas en crianza, y en maderas finas.
Que esa puerta de allá atravesé por mi pie, mas ahora le digo que heme yo de tornar afuera por su venia y voluntad.
Que las cosas en olvidar son muchas y mi aguante incierto en el alivio; ponga ya ese vino de misa, que si a los santos sirve, quien soy, yo pues para negarme a la dulzura de su cuerpo.
¡Que alguien se apiade de mi alma... pardiez! que yo me apiadaré de mi desdicha. Tenga pues mi bolsa y cuente usted tabernero, mientras yo dispongo de la ávida bebida cómo aquel que no quiere ésta, cómo aquel que no quiso y cayó rendido, y vencido... en la batalla.