lunes, 2 de agosto de 2010

Sus letras sobre las mías.




Dulces sueños tenga la dama en la noche oscura, entre nubes
se perderán las estrellas y clareará el día.
Cuando sus sueños terminen posará la palabra desnuda en su
mente despierta y el retozar de las letras embriagará su jornada.
Sus letras sobre las mías, su presencia en mi entorno cómo
remolino que acecha indeleble y desconocido al día.

El juego continúa entre amagos y flagelas al corazón desarmado
que yace desolado ante el tablero de la vida ingrata.
Perdí la partida. Ya ni en sueños mi alma ha de rondar la Reina
cercada de peones derrotados y mi figura lejana.
Retirarme pues, sólo me queda, al rincón del amargo negro,
al cobijo de mi desdicha y la reclusión del penado en su mazmorra.

Heme pues desdicho de amor y contradicho en mi hombría, que
de un sueño pasé a ser pesadilla.
Frenesí rebelde que aduces al manto trémulo cuándo tan sólo su
olor indagas, tan sólo su humilde mirada.

Quebranto mi ley; rasgo mi vestidura para plañir desnudo, para dejar
ver mi alma sin desvelo, mi alma refrendada...