miércoles, 6 de enero de 2010

La mano*


Observaba aquella chica, observaba su silueta deslizarse ante mis ojos, turbando mis pensamientos, dejando fuera de sí el momento…

Su pelo reflejaba la inspiración del sol, sus manos agarraban fuertemente aquel metal plateado, envidiado por mis manos sudorosas.

Su rostro familiar y eterno relamía el aire de manera sensual, un aire que se alejó de mí ocasionando un respirar entrecortado, dando paso al latir del corazón en mi sedienta garganta.

El intento de mi mano por rozar la suya supuso una tortura, a tan solo unos cuantos centímetros de su liberación. Llego el instante…mi mano quedo sumida en un alo de calidez, al contacto con el extremo de aquella Diosa.

Las miradas se cruzaron, sin un reproche, ni un intento de retirada por su parte. La complicidad era mutua, un abrazo sin contacto. Note un estremecimiento en ella; al dejar caer la mano en su antebrazo, junto a un deje en su cara, de lujuria y una suplica instintiva, un miedo a que detuviera el avance hacia su pecho suplicante, terso, enmarcado en su delirio dentro de una blusa blanca, inmaculada, que formaba una segunda piel sobre el conjunto de su belleza. Lo rocé con el revés de mi mano y se produjo una retirada momentánea, seguida de una aproximación aplicando una presión contra mi pecho.

Nuestras caras quedaron enfrentadas, podía notar su aliento fresco a madrugada, nuestros cuerpos buscaban el contacto, su mano libre cayo al frente de mi pantalón, poniendo una barrera entra mi entrepierna y la suya. La presión sobre su mano de ambos cuerpos era firme y esta comenzó un movimiento circular, su respiración se agitaba por momentos y la mía era un sordo ahogo de pasión…

Repentinamente se detuvo y oí su voz, dulce, picara…llego mi parada…nos vemos en la línea 5…y me dio un gran beso.

© metro